Máis ca leña: ¿cómo repensar el monte?
A veces una iniciativa aparentemente pequeña, si la valoramos en términos de superficie o en número de personas involucradas, pero que cuenta con objetivos ambiciosos y muchas horas de trabajo e implicación detrás, puede convertirse en un microcosmos desde el que repensar el país, la relación de la gente con el territorio y el significado de vivir en comunidad. Es el caso del proyecto Máis ca leña (Más que leña), asentado en la parroquia de Taragoña (Rianxo) sobre tres pilares esenciales: los miembros de la Comunidad Vecinal de Montes en Mano Común (CVMCM) O Fieitoso de Taragoña, los integrantes del colectivo vecinal Fousas ao Monte y el alumnado y profesorado del Colegio de Educación Primaria Brea Segade. Su iniciativa, diseñada con una triple dimensión —productiva, comunitaria y didáctica—, es un excelente ejemplo de las enormes potencialidades que a día de hoy existen en el rural.
De la explotación forestal intensiva hacia la multifuncionalidad
El punto de partida para redirigir la orientación en el manejo del monte no es distinto al de otras experiencias recogidas por el Laboratorio Ecosocial do Barbanza. Los incendios, en este caso la gran ola del verano de 2017 y los que afectaron particularmente a Rianxo en marzo de 2019, actúan como impulso para que un grupo de vecinos decida implicarse en la gestión del monte vecinal y en la dinamización social de la aldea, estableciendo una simbiosis entre comunidad (O Fieitoso de Taragoña) y asociación (Fousas ao Monte) que disfruta de gran vitalidad. El contexto: por un lado, un monte relativamente pequeño en extensión (76 ha) con una trayectoria comunitaria reducida (fue clasificado en el año 2006); por otro, un vecindario organizado, con capacidad de trabajo y armada de ilusión, dispuesta a demostrar que es posible y también necesario construir territorios sostenibles desde el punto de vista ecológico, económico y social.
Según Miguel Rial, miembro de Fousas ao Monte, la asociación comparte con la comunidad de montes un objetivo central: trabajan para transitar del modelo forestal intensivo predominante hacia un manejo multifuncional más amable con el territorio y con la vida en común. Estas son también las claves de la Plataforma en Defensa do Monte, red en la que participan estas dos entidades y otras siete CMVMC, y que maneja cerca de 1500 ha en el municipio de Rianxo. Sin embargo, la profundidad de la propuesta impulsada desde Taragoña va más allá de un mero cambio de modelo productivo.
Máis ca leña es una iniciativa que integra la comunidad de montes, el colectivo vecinal y el centro educativo de la parroquia, combinando la dimensión productiva, la de dinamización comunitaria y la educativa. En esta confluencia toma sentido el nombre del proyecto. No solo significa llevar ganado, incorporar la apicultura o introducir el aprovechamiento de castañas, resina y setas, sino que se busca recuperar la conexión entre la comunidad y el monte. Emilio Saborido, presidente de la CMVMC O Fieitoso de Taragoña, indica que trabajan para que los vecinos “tengan voz y voto” en el monte y que disfruten de él, para que puedan constituir “un colectivo que respete, ponga en valor y defienda” su territorio. Y aquí la participación del Brea Segade se vuelve esencial. Por un lado, Más que leña permite complementar el currículo educativo del centro con la experiencia directa que da participar en el manejo de este espacio. Pero además, el alumnado es el encargado de compartir estos conocimientos con las personas y colectivos que se acercan a Taragoña para descubrir las alternativas que puede ofrecer el monte. La señalización de espacios demostrativos, la realización de cierres y otras tareas de acondicionamiento son ejemplos de acciones relacionadas con el apoyo económico del Laboratorio, que Rial considera “clave para poder consolidar el proyecto”.
Un monte para vivirlo
Los impulsores de Máis ca leña tienen muy presente la triple dimensión que da forma a una propuesta que incorpora también una perspectiva estética y de disfrute del territorio. Para Saborido, “una de las riquezas del monte es que a medida que va envejeciendo es mucho más bonito”. El monte manejado, complejo y diverso es especialmente apreciado por la población. Así nos lo transmiten Natalia y Ana dos vecinas que de momento no dieron el paso de hacerse comuneras, pero que aprovechan la zona a diario para pasear los perros y hacer ejercicio. O Fieitoso hoy, en proceso de transformación productiva, les recuerda más a los espacios de su infancia que el monte forestado, abandonado y lleno de matorral de los últimos tiempos, mucho menos agradable de caminar y de vivir.
La plantación de castaños o la planificación del monte para impulsar la explotación de setas no tienen, dadas las dimensiones, una vocación comercial. Sin embargo, estas propuestas favorecen que los vecinos se puedan aprovechar libremente de los distintos recursos que ofrece el monte, cogiendo castañas, setas o piñas, lo que al mismo tiempo promueve la identidad comunitaria.
La introducción del ganado caprino, por su parte, tiene una doble funcionalidad productiva: la limpieza del monte y la venta de la carne. Más allá de los beneficios ambientales y sociales, Saborido considera que para que esta apuesta sea sostenible desde el punto de vista económico “lo ideal sería poder gestionar un puesto de trabajo”. Pero el enfoque productivo no implica dejar de lado el educativo, reservando un papel principal en los cuidados para los alumnos del colegio. Estas y otras experiencias protagonizadas por el alumnado, como es el caso de la plantación de castaños en el monte vecinal, contribuyen a que los más jóvenes construyan su relación con el espacio como lo que es: algo propio. En este sentido, la nueva apuesta de la comunidad no implica regresar al pasado en cuanto a aprovechamientos concretos del monte; lo que sí se pretende rescatar son las lógicas que llevan a los vecinos a vivir el espacio como propio.
Construyendo red, haciendo comunidad
A diferencia de otras experiencias que cuentan con mucha más superficie, experiencia colectiva y capacidad de generar recursos, caso del monte vecinal de Baroña, las actividades productivas de la comunidad de O Fieitoso tienen un sentido más demostrativo que puramente económico, contribuyendo a conceptualizar el monte como un espacio diverso y complejo. Este trabajo tiene, además, otra virtud: permite convertir esta experiencia en un espejo donde otras comunidades y particulares se puedan mirar. Los impulsores de Máis ca leña están desarrollando un intenso trabajo de difusión a través de las redes sociales que se suma a la participación en red con otras comunidades del ayuntamiento o de la comarca, así como a la organización de visitas al monte por parte de colectivos o particulares en las que el alumnado del Brea Segade ejerce como guía.
Tanto desde la comunidad como desde la asociación coinciden en que la dinamización social es su principal reto de futuro. Actualmente la participación total en el colectivo Fousas ao Monte ronda alrededor de 25 personas. “Tenemos un grupo muy consolidado, pero necesitamos expandirlo para tener continuidad”, apunta Rial. “Nos hace falta acercar más gente joven y también gente mayor con experiencia y otras ideas”. El número de comuneros de O Fieitoso, por su parte, es algo menor. Según nos cuenta su presidente, muchas personas aun no entienden bien que significa y que implica el monte comunal. Con frecuencia “preguntan cuanto hay que pagar” para participar o continúan viéndolo como “algo privado o cerrado, en el que cuesta entrar”. Natalia y Ana nos confirman esta percepción: ven el monte como algo propio de la comunidad local, pero no se acaban de ver la sí mismas como comuneras.
Que los comuneros y particularmente las mujeres comuneras crezcan en número es uno de los grandes objetivos para O Fieitoso en esta nueva fase, pero para eso “hace falta conocimiento de la propia comunidad, dar un pequeño empujón”, apunta su presidente. El principal desafío pasa por explicar y difundir que es la comunidad y que significa ser comunero, de ahí que el proyecto Máis ca leña y su vertiente didáctica cobren tanto valor. “Pienso que el proyecto puede ser ideal porque tenemos una muestra de lo que se puede hacer. La gente puede visualizarlo y dar su opinión sobre el destino de las cosas”, expresa Saborido, que añade que “más que como una empresa que gestiona unas tierras, hay que mostrar a las comunidades de montes como asociaciones en las que los vecinos pueden participar tomando decisiones sobre su futuro”.
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