Los estudios de caso (II): Monte Vecinal en Mano Común de Froxán

La de Froxán (Lousame) es una aldea marcada por ser una de las tres que fue ocupada a finales del s.XIX por las minas de San Finx. La importancia que cobraron minerales como el Volframio para su uso en la fabricación de arsenal bélico hizo que terrenos del común fuesen ocupados y que se les negase su manejo a la población local, que en contrapartida tuvo la posibilidad de acceder a puestos de trabajo en la mina.

El monte vecinal, que ocupa poco más de 100 hectáreas en la actualidad, fue, como la mayoría, usurpado por el Estado para las repoblaciones en los años cuarenta, primero con pino y posteriormente con eucalipto, lo que obligó a los locales a tener que deshacerse de gran parte de su ganado, principalmente ovino, que pastaba en el monte.

Una característica distintiva de esta comunidad es su dimensión: constituye un coto redondo alrededor de 5 casas con su correspondiente huerta o cortiña anexa y el monte comunal alrededor. La comunidad apenas ha cambiado tras el reconcimiento como monte vecinal en mano común (años 70), que continuó con un modelo productivista alrededor de la explotación forestal, heredado de las políticas forestales franquistas. En 2006, y tras un gran incendio, decidieron cambiar el modo de explotar el monte, mediante la eliminación de masas forestales de riesgo y la reintroducción de franjas de frondosas, lo que permitió parar el avance de otro gran incendio que amenazó la aldea 10 años más tarde.

Las repoblaciones en los años cuarenta, primero con pino y posteriormente con eucalipto, obligaron a los locales a tener que deshacerse de gran parte de su ganado, principalmente ovino, que pastaba en el monte.

Recuperando las lógicas del monte previas a la usurpación de la década de 1940 deciden apostar por una estrategia a largo plazo, basada en la diversificación de la plantación introduciendo aquellas variedades más adecuadas para cada lugar. Este proceso es apoyado a través del voluntariado mediante “a roga e o albaroque”, en el que se invita a participar a personas ajenas a la comunidad (roga) en la eliminación de los rebrotes de las especies invasoras y la plantación de las especies deseadas para, después de la jornada de trabajo, comer y beber todas las personas juntas (albaroque), Esta iniciativ se convirtió en el gérmen de las ahora famosas “brigadas deseucaliptizadoras”, en colaboración con la asociación ecologista Verdegaia, brigadas que pasan a estar constituidas por cientos de personas que realizan este tipo de acciones en otros puntos del territorio gallego.

En 2006, y tras un gran incendio, decidieron cambiar el modo de explotar el monte, mediante la eliminación de masas forestales de riesgo y la reintroducción de franjas de frondosas, lo que permitió parar el avance de otro gran incendio que amenazó la aldea 10 años más tarde.

El deseo de reconvertir el monte en un espacio sostenible desemboca también en la enseñanza, para hacer llegar a los niños y niñas la educación ambiental sobre el terreno. Nace así en Froxán la denominada “Montescola”. En paralelo desarrollan el Centro de Saberes para la Sostenibilidad, reconocido oficialmente por las Naciones Unidas en la 12ª Reunión del Ubuntu Committee of Peers for the RCEs (Okayama, Japón, 4 de deciembre de 2017). Esta vía de internacionalización se corrobora con la inclusión de la comunidad en el catálogo de ICCAs «Territorios y Áreas conservadas por pueblos indígenas y comunidades locales».

Froxán es un monte vecinal típico que supo aprovechar su valor añadido, darle una vuelta y alcanzar un reconocimiento social e institucional motivado por un buen hacer en torno a la ecología y sostenibilidad.

Froxán es un monte vecinal típico que supo aprovechar su valor añadido, darle una vuelta y alcanzar un reconocimiento social e institucional motivado por un buen hacer en torno a la ecología y sostenibilidad. A través del Laboratorio Ecosocial aprenderemos de experiencias ejemplificadoras e indagaremos en las lógicas de los manejos que se dieron en el pasado en otras comunidades como las de Laíño y Baroña, para seguir tejiendo un territorio más sostenible.

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